miércoles, 26 de septiembre de 2012

Monición - XXVI Domingo durante el Año


Monición para el
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

30 de Septiembre de 2012


¡Pobre de aquel que escandalice a un niño!

Luego de enseñar que el primer deber de la autoridad es servir a quienes conduce, y habiendo puesto como ejemplo de humildad a los niños, el Señor vuelve a hablar de la sencillez de éstos, y nos enseña la gravedad del escándalo.

La palabra escándalo significa "obstáculo", que puesto en el camino de alguien, puede hacerlo tropezar. En el plano teológico, cuando sin causa suficiente se produce un acto exterior que constituye para el prójimo una ocasión de pecado, se hace escándalo.

El que escandaliza obra a la inversa de Cristo y de su designio redentor. Si el Verbo eterno, en su amor infinito por los hombres resolvió encarnarse, sufrir por ellos las terribles ignominias de la Pasión, y morir en una cruz innoble para reconciliar a la humanidad caída con su Padre celestial, obra en sentido contrario quien, por sus palabras o sus acciones, arrastra a sus hermanos al pecado y los pone en peligro de perderse.

Escandaliza el empresario católico que, pensando sólo en el lucro, explota a sus asalariados olvidando que son sus hermanos en la vida y en la fe.
Puede también el obrero católico dar escándalo si, incubando en su alma el odio o el resentimiento, enarbola injustamente falsas reivindicaciones sociales que, para mayor mal, funda en el Evangelio.

Escandaliza el gobernante que hace gala de propiciar una política cristiana pero se despreocupa del bien común, lo cual puede inducir a pensar que Cristianismo es sinónimo de injusticia.
Escandaliza y en grado sumo, el sacerdote que, por ejemplo, aprovecha su investidura en orden a fines subalternos, o para hacer triunfar ideologías políticas, económicas o sociales del todo ajenas a la Doctrina Católica.

Todos podemos caer en la grave tentación de ser piedra de tropiezo para los demás. Cuidémonos pues de escandalizar, pues los cristianos, por caridad, debemos ser ocasión de gracia al paso de todos los que nos cruzan en su camino.

Para lograrlo, pidámosle al Señor, que en el curso de su pasión sufrió innumerables pérdidas -golpes, heridas, difamación, abandono de los amigos y entrega de la propia vida- para ser fiel hasta el fin a la obra que el Padre le había encomendado, que nos dé coraje para vivir un Cristianismo consecuente, despojándonos de todo lo que sea necesario para no perder su gracia.



1 comentario:

Lin Fernández dijo...

A veces creo que el escandalo es poner la otra mejilla.Y perdon por si contradigo Los Evangelios,Pero el escandalo generalmente viene siempre de los poderosos.un saludo,